Saludos de Oficina

Cierto día caminaba por las instalaciones de la compañía donde trabajaba, casi agradecida de la soledad poco usual de aquel largo pasillo que debía transitar, porque significaba unos minutos libres para estar en silencio con mis pensamientos. A solo 3 pasos de estar confortablemente caminando, en el extremo opuesto vislumbro la robusta figura de otro trabajador que accede a “mi pasillo”: ¡Que contrariedad! ¡Adiós minutos de estar libre de rol social!

Se pone en marcha los mecanismos cerebrales que activan la cortesía y buenas costumbres, aunque otra parte de mi sigue aferrada a los pensamientos inhóspitos, voy preparando mi semblante cortés de sonrisa de Mona Lisa y leve inclinación de cabeza y…

¡Maldición lo conozco! no me sirve el saludo cortés para transeúntes extraños y ocasionales, ¡Que mala suerte! Busco en el cerebro otra patrón de conducta adecuado, le conozco pero tampoco es mi amigo, es un señor que normalmente saluda con mucho respeto y formalidad, no tendré que llamarle por su nombre ni hacer un comentario sobre el clima, o mucho menos preguntar por su familia, sospecho que parte de su formalidad es una forma de cuidarse de no dar más confianza de la necesaria y así evitar bromas estúpidas sobre su gruesa contextura, que a mi particularmente me tiene sin cuidado, jamás llegaría a esas confianzas y pesadeces con nadie.

Siento ganas de ignorarlo, "aprovechar" que es muy reservado y evitar saludarlo, pero recuerdo que tenemos un jefe que camina todo el tiempo viendo hacia el piso solo para evitar saludar o conversar con nadie, ¡Pero qué maldita ermitaña soy! Claro que NO voy a ignorar a este educado señor, no voy a actuar como una maleducada, no quiero que piense que lo evito por ser diferente, eso sería muy objetable, voy a saludarle idéntico como él me saluda, sin aminorar la marcha ni detenerme, con inclinación de cabeza, mirada fugaz y un cordial y respetuoso ¡Buenos Días!

Ya se acerca, esbozo la sonrisa, casi estamos frente a frente, comienzo a articular las palabras:

-BBB…

¡Holaaa! – dice sonriente el señor y mirándome directo a la cara

¡Cielos! me saca de mi planificación, ¡Hola! es más familiar, más cercano, y lo ha dicho con un tono muy alegre, no puedo responderle con un ¡Buenos días! formal, se podría interpretar como un llamado a "mantener las formas" y quizás se sienta cohibido, de haber sido mas "cercano" ¡Oh no! rápido, corrige, corrige, debes responderle igual…

Ya había dicho B de Buenos días pero corrijo tan rápido que se escucha un alegre, sonoro, firme y claro:

-¡BBBolaaa!

Me escucho y no puedo creerlo lo que dije, no doy crédito a ese sonido con mi voz, no salgo de mi asombro, mi mente está en blanco, pasa un segundo que parece una eternidad… ¿A donde se fueron las condenadas voces?, otro segundo eterno y comienzo a escuchar una vocecita aterrada que dice en mi cabeza:

- ¿Que hago?¿Que hago?
- ¡Sigue caminando, sigue caminando!- dice la otra.
- ¡Noooo!¡Discúlpate, discúlpate!- Responde la primera
- ¡Noooo sería peor! ¿Como vas a explicar esto? finge que dijiste Hola, finge que dijiste Hola, quita la cara de espanto, pon la cara cordial… y no te vayas a sonrojar-¡Por favor Dios, por favor que no me sonroje!

Me veo alejarme del “amigo” con expresión cordial fijada con una especie de botox propio, las orejas calientes, las piernas como palos y la mente repitiendo:

NO dijiste BOLA dijiste HOLA, NO dijiste BOLA dijiste HOLA, ¿Lo “recuerdas” verdad?, ¿Si?, bueno ahora sigue, sigue caminando… y ya está, ya se fue, ya salió del pasillo, ¡ya puedes correr como loca a tu oficina a contarle tu estupidez suprema a tu mejor amiga!

Ella si va a creerte que ibas a decir ¡Buenos días!… y quizás sea la única.