El derecho a tener
un parto humano y a ser atendida por profesionales a veces choca frontalmente
contra posturas y protocolos rancios y adocenados. “Cambiando la forma de
nacer, cambiamos la forma de vivir”
Publicado originalmente en AutismoDiario.org |
La historia del
nacimiento de mi hija y los inicios de su lactancia.
12:25
minutos del mediodía, escucho el sonido de la puerta de la habitación y un
carrito rodar, aunque siento mariposas en el estomago y el corazón me galopa,
no quiero emocionarme demasiado, la última vez solo era el personal de cocina
con el carrito de almuerzos. La ansiedad me consume, el dolor muscular por el
esfuerzo hecho se hace nada, en comparación con el estado de mi mente, han
pasado ya cinco largas horas y lucho por controlarme, por no hacer una escena,
por no echar a perder el momento para los demás, y en parte para mí misma.
Tengo fama de ser antagónica… todos a mi alrededor ven las cosas de una manera
distinta a la mía.
Que no os separen es más que una frase sobre el parto respetado, es un
eslogan que late en mi mente y me rescata cada cierto tiempo del barullo feliz
que hay en mi habitación, son personas muy queridas, están sentadas
conversando, riendo, felicitándome por lo “valiente y fuerte que he sido en
este mi segundo parto”, por lo maravilloso que ha ido todo, por “la suerte que
tenemos” de que mi hija haya decidido nacer unas semanas antes, durante
nuestras vacaciones en una ciudad vecina y gracias a ello mis familiares han
podido “estar a mi lado”. Su alegría es genuina y desinteresada, los veo
sonrientes, repitiendo lo bella que es mi niña y realmente lo disfruto, pero no
tienen ni la más ligera sospecha de que la peor parte, la más difícil y fuerte,
es justamente la que vivo pasivamente junto a ellos. La verdad es que parí sola
en el quirófano, ninguno estuvo conmigo, ni siquiera mi esposo, solo había una
docena de desconocidos a quienes ni los rostros les veía por los tapabocas, y
ahora van 5 horas de mi parto y aun estoy con los brazos vacíos, mi esposo va y
viene, no recuerdo que diligencias está haciendo, aparece y desaparece, cada
vez me pregunta si ya tengo a la niña y yo siento ganas de llorar al decirle
que no, pero me controlo y no sé por qué lo hago, creo que trato de disfrazar
mi dolor con rabia, pero ni a eso llego.
Aun no me explico cómo no explote, cómo no saltó esa pantera
iracunda que vive en mi a reclamar mi derecho, a exigir que se me entregara a
mi hija de inmediato, solo sospecho que mi estado mental tenía mucho que ver
con mi estado hormonal.
Sí, fue todo realmente rápido, llegamos a urgencias a las 7: 00
AM y mi hija de 37 semanas y un día de gestación llegó al mundo a las 7:32 AM,
en un parto natural, asistido por profesionales del personal médico de guardia
que veía por primera vez en mi vida. Actuaban como un loco comando de tácticas
especiales, cumpliendo su misión con un procedimiento estandarizado y sin
cambios desde hace 50 años. No era la que tenia planificado, estábamos de
vacaciones por unos días y solo faltaban 2 días para regresar a nuestra ciudad
y al cuidado de nuestro médico con el que teníamos todo listo para tener otro
parto en casa. Lo que yo estaba viviendo en nada se parecía a mi primera
experiencia, donde mi hijo fue recibido con mucha calma y paz, en el calor de
mi propio hogar, rodeada no solo de mi médico de confianza, sino de mis
familiares más cercanos, con mi esposo sosteniéndome en la posición que me
sentía más cómoda para parir: ¡De pie!, ¡Fue un maravilloso parto vertical sin
ningún tipo de complicaciones!
Esta vez nada fue igual.
Rompí la membrana a las 3:30 AM estando acostada, me desperté un
poco incomoda, trate de cambiar de posición, mi panza era muy grande y cuando
termine de darme vuelta, se me vino un estornudo y sentí como salía el liquido
y me mojaba un poco, con un embarazo tan avanzado ya era común que en ciertas
ocasiones al estornudar saliera un poquito de pipí, pero cuando trate de
moverme sentí como salía más y más liquido, definitivamente era la membrana
rota, había roto aguas.
Mi primera emoción fue de alegría y satisfacción porque ya mi
bebe había decidido nacer, me incorporé un poco y llame a mi esposo, siempre
tarda un poco para despabilarse pero al escuchar, “¡rompí fuentes!” de un salto
estuvo a mi lado, me preguntó varias veces si estaba segura y le dije que sí,
sí, sí, estoy muy segura. Entonces nos abrazamos por unos minutos, estábamos a
punto de cumplir un sueño muy añorado: ¡Nuestro segundo hijo!
Luego cada uno se puso a un lado de nuestro hijo mayor que
seguía dormido, lo abrazamos, le dimos muchos besos y le susurramos que su
hermanita pronto estaría con nosotros. No quería despertarlo aun, pues faltaba
mucho trabajo de parto y quería que descansara un poco más; sin embargo estoy
segura que hubo un momento cuando mi esposo y yo hablábamos sobre las cosas que
debíamos hacer de inmediato, que Diego abrió los ojos y me miró por unos
segundos antes de volver a dormirse, fue cuando dije: “…Debemos hacer una
maleta para mí, una para la bebe y otra para Diego por si hay que dejarlo con
alguien en otra casa…”
En un parto así, sin nuestro médico, sin conocer que obstetra
podría atenderme, sin siquiera saber en qué clínica de esa ciudad nuestro
seguro médico cubriría la hospitalización, quería permanecer lo más posible
junto a mi pequeño, porque difícilmente podría estar a mi lado durante mi
parto, como yo tanto anhelaba.
Me sentí abrumada al pensar que todo lo que teníamos preparado
se venía abajo, no habría parto en casa, ni parto en agua, y casi tenía la
certeza de que no tendría un parto respetado, pero lo que más me entristeció
fue mirar a mi niño durmiendo a mi lado y saber que no le tendría conmigo.
Yo había visualizado un parto en la piscina, con agua tibia, con
mi hijo en su bañador jugando a mi lado con sus juguetes, entrando y saliendo
del agua a su antojo, mientras yo iba dilatando, mientras íbamos preparándolo
para que recibiera junto a nosotros sus padres a su hermanita. Él mismo le
había puesto como nombre “Azul” por ser su color favorito, yo había soñado
durante meses poder tomar a mi hija en brazos recién salida de mi vientre y
mostrársela a su hermano, anhelaba ver su cara, su reacción.
El que piense que un parto no es una escena para un niño, es
porque su idea de un parto es la que ve en ciertas películas, o piensa en uno
de esos partos tecnocráticos, en donde las mujeres están descontroladas, dando
gritos de dolor, irreconocibles y tan fuera de sus cabales que parecen
desconocer todo los que les rodea, un parto donde traer vida es sinónimo de
alaridos, dolor mortal y sangre. Un parto respetado es todo lo contrario, hay
mucha, paz, serenidad, control del dolor, la mujer es respetada en sus deseos y
siempre está consciente del ambiente pues se respira amor y confianza.
Diego tiene 5 años y con un poco mas de 1 año de edad fue
diagnosticado con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado,
dentro del espectro del autismo, tiene una memoria grandiosa y por eso estaba
segura de que estar presente en el nacimiento de su hermana sería una vivencia
enriquecedora que le acompañaría para toda su vida, un acto de amor que le
brindaría la seguridad del que sabe de dónde viene y por qué.
Me levanté de la cama y comencé a prepararme, primero una ducha
tibia relajante, luego a preparar el equipaje, mi esposo se conectó a internet
y comenzó a averiguar qué clínicas cercanas podían atendernos, y luego fuimos
llamando a algunos familiares, algunos fueron respondiendo, otros les molesta
que se les llame a horas inadecuadas y apagan sus teléfonos por la noche, me
sentía urgida por conseguir a alguien que pudiera quedarse con Diego,
preferiblemente en la casa donde estábamos o en una que él ya conociera y se
sintiera cómodo, pero sobre todo con personas dispuestas a jugar con él y
entretenerle, nunca se había separado de nosotros por más de 6 ó 7 horas para
ir a su guardería o al colegio, además los cambios y las sorpresas no son de su
agrado.
Comencé a sentir más fuerte y más seguidas las contracciones,
sorpresivamente el dolor no se parecía al de mi primer parto, no me dolía a
nivel de la cadera/coxis, sino adelante en el vientre, por lo que no tenía
referencia de que tan fuerte podía llegar a ser este “nuevo” dolor y eso me
inquietaba un poco. Quería estar siempre junto a mi esposo, le pedía que no me
dejara sola y si me alejaba un poco caminando por la casa, al sentir una
contracción le llamaba para que viniera enseguida, él trato de darme masajes en
la espalda para atenuar el dolor como en mi primer parto pero esta vez no
funcionaba, así que moviéndome, caminando y cambiando de posición descubrí que
en cada contracción necesitaba ponerme de pie y colgarme del cuello de mi
esposo, así en esa especie de abrazo, mis manos alrededor de su cuello y las de
mi esposo alrededor de mi cintura, me aliviaba y lograba pasar las
contracciones, me sentía segura, confiada y amada en los brazos de mi marido;
comprendí perfectamente a las mujeres que se cuelgan con sus manos de un cordel
durante el trabajo de parto, esa acción alivia el dolor.
Ya eran las 6:00 AM cuando logramos coordinar con nuestros
familiares, pero para esa hora ya no podíamos llevar a Diego, yo sabía que no
resistiría el dolor sentada en el carro, así que tuvimos que pedirles que por
favor vinieran hasta la casa, ¡Mas espera!
En cuanto sentí que el dolor se hacía más fuerte y sentía los
primeros indicios de querer pujar, reconocí que pronto entraría en fase de
transición y eso significaba que debía haber alcanzado ya los 8 centímetros de
dilatación, ¡Debía procurar estar ya en la clínica!, -¡Quiero irme ya!- le dije
a mi esposo.
Afortunadamente llegaron mis familiares, debimos pedirle a una
de mis tías que nos llevara hasta el centro médico, porque yo solo sentía
confianza para pasar las contracciones abrazada a mi esposo. Mientras caminaba
hacia el vehículo pensaba en Diego, les estaba dejando aun dormido, me iba sin
despedirme, sabía que se despertaría preguntando en su lenguaje ininteligible
por su mamá y su papá y se encontraría rodeado de personas que le aman mucho
pero que ve muy pocas veces al año; despertarlo y explicarle todo ya no era una
opción, no había tiempo. Me fui con la firme intención de regresar lo antes
posible, haría lo que fuera por hacer de nuestra separación la mínima
necesaria. Me llevaba una profunda preocupación, un hueco en el alma.
Subí a la parte trasera del vehículo, con mis rodillas en el
fondo del vehículo y mis antebrazos apoyados sobre el asiento, simulaba la
posición yoga llamada niño y así lograba controlar el dolor. Las ganas de pujar
eran imposibles de controlar, mi esposo al ver que ya pujaba con fuerza me dijo
firmemente: ¡Cálmate!, ¡No pujes!, ¡Espera un poco! Ahora me causa gracia pero
ese fue el único momento en que me sentí furiosa con él, a una mujer que está
pariendo no le hace falta que le digan cálmate o contrólate, ¡Si le recuerdas
el ejercicio que sirve para evitar pujar es mucho más efectivo!
Al llegar a la emergencia, las contracciones eran una detrás de
la otra, tuve que esperar pasar una contracción para poder bajarme del carro, y
luego pasar otra para poder subirme a la silla de ruedas que trajeron, pensar
que pudiera alcanzarme una contracción estando sentada en esa silla ¡me llenaba
de pánico!, Realmente hubiera preferido ir caminando y poder detenerme y
agarrarme de mi esposo cuando viniera otra contracción, pero todos actuaban tan
rápido que solo me deje llevar. Al entrar me tope con unos ojos que me miraban
y reflejaban el más absoluto horror, ¡Eso era miedo total! Era una joven
embarazada, así supe que mi aspecto era impresionante, tome aire y trate de guardar
mejor la compostura, porque no quería asustar a esa otra futura madre, parir no
es fácil pero es una experiencia que considero irreemplazable.
Entramos a la emergencia, me recibió una enfermera me trajo ropa
de hospital para cambiarme y llamo de inmediato a la médica residente, ésta al
verme me pidió que me subiera a una camilla para examinarme, recuerdo que
pensé: ¡Y cómo me subo a esto Dios mío! ¿Han notado lo alto que son las
camillas? Están diseñadas para la comodidad del personal médico, no para el
paciente que debe subirse a ellas y el banquito para apoyarse no siempre está
disponible. Mientras planificaba en mi mente cómo abordar a la camilla la
médico me increpó a subir, me hablaba como si yo no pudiera comprender su
idioma, como se le habla a un niño muy pequeño, creo que ella pensaba que yo no
entendía sus órdenes. Vino una contracción, la enfermera me sostuvo y pasó sus
manos por mi cabello, escuche que decía:
-Espere doctora a que le pase la contracción para ayudarla a
subir.
Sentí un profundo agradecimiento porque alguien ponía en
palabras mis pensamientos. Ya en la camilla, la doctora me hizo un tacto,
apenas me tocó levantó la cara para mirarme incrédula, la escuche decir más
para ella misma que para los demás presentes:
-¡Es que tiene los 10 centímetros completos!, ¡Que la suban a
quirófano ya porque puede parir aquí!- dijo, como si no pudiera concebir que
una mujer pariera fuera de un quirófano.
Sentí que venía otra contracción y veloz me bajé de la camilla
para agarrarme a mi esposo, la enfermera trató de agarrarme pero escuché que mi
esposo la detuvo al decir:
-Ella sabe qué hacer, está preparada, hicimos un curso y este es
su segundo parto-. También agradecí tener a mi esposo a mi lado y que explicara
que no necesitaba intervención porque yo ya no podía hablar, las contracciones
eran muy seguidas y me costaba pensar en nada que no fuera pujar. Aun estaba
parada en la emergencia cuando sentí que la bebé estaba a punto de coronar,
sentí por un breve momento el ensanchamiento y el ardor característico, así
supe que la amenaza de nacer allí mismo era real.
Llego el camillero y nuevamente debí ascender a la altura de la
camilla, ahora casi desnuda, el enfermero pretendía trasladar a una paciente
acostada e inmóvil, pero yo no podía estar tumbada de espaldas y menos
mantenerme quieta, así que con cada contracción me incorporaba mientras el
hombre literalmente corría por los pasillos empujando la camilla. Al llegar al
ascensor vi que el camillero le hizo señas a mi esposo de que no subiera al ascensor,
la puerta se cerró mientras yo en plena contracción no podía decir nada, apenas
paso grité:
- ¡Mi esposo!
-Ya viene subiendo señora- me dijo el enfermero, tonta de mi que
le creí.
Entonces me concentré en mantener mis manos y pies dentro de la
camilla porque de pronto recordé que había leído que a algunas parturientas por
las prisas que llevan en el traslado las chocan contra las paredes, marcos o
puertas y luego quedan con brazos o pies adoloridos y eso les reduce la
movilidad, y en un parto inmovilidad es igual a aumento de dolor.
Entramos al quirófano, pude ver cómo estaban terminando de armar
la temible cama con estribos, sentí pánico al ver los soportes para las piernas
porque significaban que me obligarían a ponerme en la peor posición que existe
para parir: ¡En posición de litotomía!, ¡Tumbada de espalda con la piernas
elevadas!; La organización mundial de la salud (OMS) desaconsejó esta posición
desde que yo tenía 12 años, y aún millones de mujeres son obligadas diariamente
a ponerse en esa posición para parir, es una posición que impide el movimiento,
ralentiza el descenso del bebé por el canal de parto e intensifica el dolor
pues te obliga a apoyarte sobre la cadera.
¡Sentí el impulso primitivo de huir!, Pensé en la adrenalina
circulando en mi y retrasando mi parto y trate de bloquear ese deseo de
escapar, ¡Escuchaba como 100 voces allí adentro!, había un montón de personas
en un frenesí de tareas, todas hablaban entre sí pero ninguna se dirigía a mi
más que para darme las ordenes absolutamente necesarias, yo era ignorada, no
existía, nadie me saludó ni se presentó, yo no sabía quién era el obstetra, el
pediatra, anestesiólogo o el enfermero.
Alguien dijo ¡Súbete a la mesa!, y yo nuevamente con una
contracción pensé: ¿Es que nadie aquí sabe que no me puedo mover, ni hablar,
cuando tengo una contracción?, Entonces sentí como me movían para pasarme a la
mesa en plena contracción, al moverme el dolor aumento pero logré controlarlo y
al tocar la mesa ya estaba aliviándose, no tuve tiempo ni de informar que para
moverme debían esperar a que no tuviera una contracción porque eso hace que el
dolor suba, creía yo que eso sería de su interés, pero las manos que me halaban
sin contemplaciones hacia el final de la mesa me hicieron entender que eso no
era de su interés; otras manos me subían las piernas a los soportes y otras
ponían mis brazos hacia atrás.
Creo que dije ¡Ya va! cuando llego la contracción y luego sin
poder evitarlo me trate de incorporar, necesitaba estar al menos sentada, así
que por instinto me cogí a las barandas usando toda mi fuerza y logré
mantenerme lo más que pude en esa posición que era lo más cercano que podía
simular a una posición de cuclillas, pero tomaron mis manos y las soltaron de
las barandas laterales, la mano derecha me la llevaron hacia un posamanos
totalmente inútil porque quedaba casi pegado de un costado de la cama y no me
permitía apoyarme para levantarme y el brazo izquierdo lo sostuvo con fuerza
una enfermera para colocarme una vía intravenosa y una botella de solución.
Significaba que ese brazo lo tendría atado a la botella de suero
y eso reduciría mi movilidad:
¡No quiero suero!- aclare
La enfermera buscó con la mirada al que entonces supe era el
médico obstetra:
¡20 de syntocinon!-
grito el médico como respuesta
De inmediato reconocí el nombre comercial de ese medicamento,
Syntocinon es oxitocina sintética, algo que quería evitar a toda costa por los
efectos adversos que tiene en el bebé, disminuye su frecuencia cardiaca y
aumenta el estrés; además era totalmente innecesario para mi caso, que tenía un
trabajo de parto veloz, que estaba totalmente dilatada y mis contracciones eran
eficaces.
-No quiero oxitocina!- dije firmemente
Hubo unos instantes de silencio, luego escuche a una enfermera
decir a manera de explicación:
-¡Ella y que hizo un curso!
Yo quería añadir, no solo hice un curso, ya parí sin anestesia y
sin oxitocina en mi casa, pero no podía hablar ante la siguiente contracción, y
justo en ese momento, la enfermera tomó mi brazo con fuerza y lo llevó hacia
atrás nuevamente y dijo:
-¡Pero la vía si te la voy a poner!
Al mismo tiempo un enfermero me decía: ¡Baja!, ¡Baja un poco
más! Quería que me acercara más a la orilla de la mesa pero los mismos soportes
de las piernas me lo impedían, ellos trataron de halarme hasta que pude hablar
y soltar una de mis manos para indicar tocando los soportes metálicos: ¡Esto me
impide bajar!
Se quedaron desconcertados por unos segundos, entonces uno de
los enfermeros se percató:
-Esto está mal colocado, esta para operar no para parto- y
comenzaron a desarmar y arreglar nuevamente los soportes de las piernas.
Alguien preguntó al médico que resultó ser el anestesiólogo:
¿Cuánto tiempo tenias sin atender un parto?
El anestesiólogo hablo acompañándose con un gran gesto: ¡Años!,
¡Ya ni me acuerdo cuando fue el ultimo!
¡Dios mío!, El resto del personal presente en mi parto comenzó a
comentar y ninguno podía recordar cuándo fue el ultimo parto vaginal que habían
atendido, solo hacían cesáreas.
Al fin estaba colocada en la posición que ellos deseaban, ya podía pujar sin reservas,
solo mi brazo izquierdo estaba libre y a cada contracción me agarra de la
baranda y levantaba un poco el torso pero debía usar toda mi fuerza y eso me
iba a agotando más y más. Entonces una enfermera me dijo: Tengo que limpiarte
porque hay un poquito de heces.
Me extrañó que se tomara el tiempo para explicarme su próximo
paso, porque hasta ahora todo lo hacían sin anunciarlo, sin informarme y mucho
menos consultarme, al instante supe por qué lo hacía.
Imaginen un musculo que está totalmente tirante, que está en su
máximo estiramiento, al grado de que se siente caliente, se siente que arde de
lo estirado que está y entonces le echas un líquido helado y lo frotas con un
paño para limpiarlo. Los músculos que rodean el canal de parto, toda esa mucosa
y el perineo en una mujer que esta coronando, es decir que ya la parte superior
de la cabeza del bebé se puede ver, están muy sensibles y estirados, una
manipulación brusca puede favorecer que haya desgarramiento y qué decir del
cambio brusco de caliente a frío. En el parto humanizado, colocan paños
calientes y si es un parto en el agua, ésta siempre es tibia, es algo básico:
el frío contrae el calor dilata. Solo puedo decir que no sé cómo no me desgarré
en ese mismo instante porque rápidamente llego la siguiente contracción y mi
niña empujaba para salir, ya su cabeza estaba casi afuera.
Entonces sentí como el dolor más intenso que haya sentido jamás,
no se parecía a nada de lo que había vivido hasta ese momento, ni en el
nacimiento de mi primer hijo ni nada que conociera. Un grito aterrador inundó
todo el quirófano, apenas pude reconocerlo como mío, porque mi cerebro estaba
como loco tratando de saber qué estaba pasando, ¿por qué un dolor así?, en
milisegundos repase todo lo aprendido, todo lo leído sobre parto y entonces
vino a mi mente la imagen de una maniobra que mi médico partero nos explico y
nos dijo que debe evitarse en los partos sin complicaciones, consiste en
colocar las manos alrededor de la vagina de la mujer y masajear o empujar con
los dedos el periné tratando de “ayudar al ensanchamiento” en el momento justo
de sacar la cabeza el bebé.
-Supe que eso era lo que había hecho el médico con sus manos
frías y resecas en sus guantes de látex que hacen aun más doloroso el contacto
con esa zona.
¡¡¡NO ME TOQUE!!! – conseguí coordinar- y lo dije tan fuerte y
con tal determinación que vi la expresión del médico, él sabía que yo sabía que
era innecesaria su técnica y que lo que está recomendado por la organización
mundial de la salud es evitar este tipo de intervenciones. ¿Por capricho?, ¿Por
moda?, No, porque es algo tan doloroso que puede ser clasificado como tortura y
si el parto se desarrolla con normalidad debe evitarse cualquier procedimiento
invasivo y doloroso.
Escuché a la misma mujer que había vertido líquido helado en mí,
cuando habló con exasperación:
¡Es que la bebé ya está allí! – obviamente esa mujer no concibe
un parto sin que el médico se pase el expulsivo introduciendo sus manos en la
vagina de la mujer, intensificando su dolor cada vez.
Otra enfermera a mi lado al mismo tiempo me gritó casi pegada a
mi cara:
-¡Grita con la boca cerrada!
Aun hay noches que me despierto de repente y lo primero que se
viene a mi mente es esa frase: ¡Grita
con la boca cerrada!
No puedo expresar cuan invadida, ofendida y menospreciada me
hizo sentir esa petición, esa frase significa ¡Cállate!, es el resumen de la
deshumanización absoluta del parto, de no valorar a la mujer como ser humano
sino como un organismo que debe ser minimizado para que no complique o retrase
sus procedimientos.
Mi médico de confianza nos explicó que si gritábamos liberamos
energía, que muchas mujeres lo necesitan y debe hacer lo que les haga sentir
mejor con total libertad, pero al gritar en algunos casos se perdía impulso
para pujar, que si lográbamos concentrarnos y lograr la posición idónea para
parir, no necesitaríamos gritar porque habría control, que esas ganas de gritar
la podríamos canalizar en pujar efectivamente; en el parto de Diego no tuve la
necesidad de gritar en ningún momento, con ninguna contracción grite, y cuando
Diego nació tampoco necesite gritar.
Y llego la siguiente contracción, sabía que esta sería la que
permitiría que mi hija terminara de nacer, pensé que el médico había
comprendido mi petición, había entendido cuánto daño me hacía con su técnica
atroz de empujar mi perineo, puje confiada, al fin mi hija estaría conmigo…
Primero sentí como mi niña era jalada y como las manos del
médico nuevamente empujaban y me hacían retorcer de dolor y otra vez escuché
esos alaridos que no parecían ni míos ni humanos, el médico la arrancaba de mi
sin esperarme, sin considerar que si la bebé salía lentamente, solo con el
empuje de mi contracción era menor el riesgo de desgarro; el médico con su
urgencia aprendida y su protocolo obstétrico me robaba el momento de parir a mi
hija con mi control, voluntad y fuerza.
¡Pero Sara había nacido!, ¡Mi princesa tan esperada ya estaba
aquí!, ¡La oía llorar por primera vez! Deje de lado todo lo demás y abrí los
ojos buscando a mi hija con desesperación, al fin la tendría conmigo y nada más
me importaba…
Pero no la veía, trate de incorporarme para verla pero el médico
ya no la tenía, sentí una opresión en el pecho, una angustia infinita, busque a
mi bebé y pude darme cuenta que había sido llevada a una mesita a unos pasos,
iban a revisarla lejos de mí y desde ese momento comenzó mi pedido:
¡Tráigala!, ¡Démela!, ¡Póngala aquí en mi pecho!- Estaba muy
cansada no solo por el esfuerzo físico sino por el tremendo esfuerzo de
mantener la concentración y tratar de responder lo mejor posible a los
procedimientos que sin mi consentimiento informado se ejecutaban en ese
quirófano, algunos muy alejados de mi plan de parto. Mi voz parecía no tener la
potencia necesaria para hacer obedecer mis deseos, o quizás aquellos oídos no
entendían que no se trataba de deseos sino de derechos: Estar con mi hija,
pegarla a mi pecho y brindarle mi calor.
En mi cabeza revoloteaban no solo las palabras de mi médico
personal, sino todo lo aprendido sobre crianza natural, apego, parto respetado,
violencia obstétrica, pensaba en la necesidad de mamá y bebé de conocerse de
inmediato, en el reflejo de succión, en la oportunidad de iniciar la
estimulación de la lactancia materna la primera hora de vida. Siempre que leí
que mamá y bebé eran separadas, no podía entender cómo esas madres y padres
permitían aquello, ahora comienzo a entender, es que no te dan tiempo para
razonar, un procedimiento sigue al otro y el foco está dirigido a facilitarse
su propio trabajo, a tratar todos los partos como si fueran enfermedades de
alto riesgo de muerte. Hoy sé que ambos padres, tanto el papá como la mamá se
encuentran en un estado mental muy especial que los hace muy vulnerables.
¡Tráigala aquí!, ¡Démela ahora! -Vi como la frotaba con un paño
y añadí- ¡No le quite todo el vernix, solo el exceso!, escuche cuando la mujer
me dijo: ¡Esta bien! Y pensé que había comprendido mi petición, luego vi como
abría un paquete de sondas, sabía que era para usarlo en el doloroso
procedimiento de aspirado del bebe, algo que ya fue exonerado del protocolo de
partos, trate de hablar para impedirlo pero en ese momento el médico había
comenzado a halar del cordón umbilical que aun colgaba de la placenta dentro de
mí.
-¿Pero qué hace éste hombre Dios mío? -El Doctor obviamente
desconocía mi plan de parto, porque todo fue de imprevisto, yo no deseaba este
tipo de intervención, pero es un deber del médico consultar a la parturienta,
es parte de la ley que ignoran sin que les pese.
No pude impedir que tirara y tirara para sacarla a pesar de que
le explique que quería esperar a expulsarla de forma espontánea, se lo dije
claro y fuerte: ¡No haga eso!, ¡No hale el cordón!, ¡No saque la placenta
manualmente, deme unos minutos, yo tardo un poco para alumbrar! En mi parto
anterior tarde alrededor de 40 minutos para iniciar el alumbramiento, así que
sabía que tomaría un poco de tiempo, puse la cabeza en la camilla para tratar
de relajarme y esperar a que nuevas contracciones comenzaran el trabajo de
expulsión de la placenta, pero podía sentir la inquietud del personal médico,
uno de los enfermeros me dijo que me masajeara los pezones para tratar de
activar las contracciones, ¡me pareció tan ridículo! Si la mejor estimulación
seria tener a mi bebe pegadita a mi mamando y sin embargo tardaban tanto para
traerla, me sentí tan estúpida tocándome delante de toda esa gente, me pareció
tan humillante, entonces sin más sentí como el médico arranco la placenta con
sus manos, creo que lo del masaje solo fue una distracción para poder hacer lo
que siempre estuvo en su protocolo. Ni siquiera vi la placenta, para ellos solo
se trataba de un desecho.
Ya no tenía sentido protestar, ya estaba hecho, debía
concentrarme en pedir que me trajeran a la niña y termine gritando:
¡Tráigame a la bebé!, -y la enfermera finalmente la acercó-,
pretendía solo mostrármela, pero insistí y despeje mi pecho para que la pusiera
sobre mí. Sentí su cuerpecito húmedo y tibio, la abrace, la bese, nos miramos,
le dije ¡Bienvenida Sara yo soy tu mamá! Su olor, su piel, su mirada, su calor…
toda esa información mutua fluía entre nosotras…
Entonces escuche a la profesional decir mientras se acercaba:
¡Ayyy, pobrecita la bebé aquí hay mucho frío!- dijo la enfermera
mientras la retiraba con rapidez de mi pecho.
Hoy esa frase me parece una falta de respeto, un insulto, pero
en ese momento me sorprendió y no supe reaccionar, en ese momento no estaba en
condiciones de entender por qué, pero ahora sé que esa frase me parece ofensiva
porque se usa para manipular y hacer sentir culpable a la madre que prefiere
mantener a su hija en su pecho en lugar de que se la lleven a la incubadora, le
hacen creer que en el pecho no estará calentita como en la maquina, cuando esa
máquina jamás podrá sustituir el calor humano y el contacto físico tan
necesarios para el desarrollo infantil.
Mientras veía con desesperación como la alejaban de mí, sentí
nuevamente un dolor punzante en mi vientre que me dejo totalmente sorprendida,
otra vez un dolor desconocido, ¿que podía estar pasándome ahora para tener un
dolor así pues ya la niña había nacido y ya no tenía la placenta?
¿Qué hace? -Pregunté y traté de incorporarme, pero de inmediato
una mano sobre mi pecho con mucha fuerza me llevo hacia atrás, pude ver que
sobre mi barriga estaban extendiendo unas gasas grandes, parecían paños de
limpieza y entonces lo supe, me estaba aplicando el procedimiento médico de
“limpiar” el útero, tal cual como si fuera una vitrina que limpias con un paño.
De inmediato grite: ¡No lo haga!, ¡No me limpie!, ¡Eso no es necesario!
El Doctor me respondió: ¡Si es necesario!
¡No lo es!- Insistí- ¡No siga todo eso sale lentamente y sin
necesidad de que intervenga!
El médico detuvo el procedimiento pero antes de hacerlo, aun
movió su mano limpiando y causándome dolor mientras la sacaba de mi interior.
Eso me molesto porque sabía que era un engaño más, eran tantas las emociones,
tantas cosas por las que debía estar alerta que no podía con todas.
Entonces me di cuenta de que no
pude pedir que no cortaran el cordón umbilical hasta que dejara de latir porque
simplemente mientras yo me recuperaba de pujar, ellos ya habían pinzado el
cordón y cortado de inmediato, sin mi permiso, sin siquiera preguntar. Y pensar
que mi esposo y yo habíamos estado conversando sobre el momento de cortar el cordón
umbilical, habíamos acordado que después de que dejara de latir, el lo cortaría
pero solo cuando yo le dijera: ¡Ya puedes hacerlo!
Es que en el parto anterior, pudimos tocarlo y sentir como latía,
esperamos a que dejara de hacerlo, y mi esposo lo corto pero yo no estaba
preparada y en cuanto lo corto sentí unas ganas inmensas de llorar porque fue
el momento en que me percate de que se había terminado el embarazo y mi hijo y
yo ya no estábamos unidos, ya no éramos uno solo; así que esta vez habíamos hecho
el pacto de que yo debía dar la luz verde para poder despedirme de esa unión. Sara
no pudo nutrirse de esa sangre rica en células madres porque fue separada de mí
de inmediato y sin ningún tipo de aviso.
Tampoco estaba segura si habían hecho episiotomía pero
de solo pensarlo se me aceleraba tanto el corazón y sentía tanto horror, lo
consideraba tamaño abuso, que algo en mi interior bloqueaba esa pregunta en mi
mente, era como si me quería proteger de sentir semejante dolor emocional en
ese preciso momento, algo me decía no puedes lidiar con eso ahora, déjalo para
después, ya la niña nació, concéntrate en lo importante, ¡La bebé!
Sentía que mil emociones burbujeaban en mi cuerpo y ninguna
terminaba de expresarse totalmente. Algo en el ambiente, en la actitud de los
profesionales, en los procedimientos, hacía que sintiera que debía apegarme a
sus reglas si quería ver a mi hija, algo hacia que sintiera que mientras más
exigiera mas se tardaban, mientras mas pedía modificar sus protocolos mas los
querían “cumplir por mi bien”. Esa es la suma de todo, lo que no se dice con
palabras sino con acciones: Si quieres a tu hija debes obedecer… ¡y la tendrás
solo cuando ellos lo decidan!
Estuve 1 hora en el pabellón de observación, totalmente
incomunicada, pedí que viniera mi esposo y me dijeron que allí no puede entrar
nadie externo porque se contamina, pedí que trajeran a mi niña, y me informaron
que los bebés no pueden ir a ese lugar porque es muy frío, pedí ir yo hasta el
retén de niños y me dijeron que era en otro piso y que no podía levantarme
todavía porque podía desmayarme y hacerme daño.
Sin embargo a cada rato entraba a la controlada área de
recuperación el personal de la clínica, incluso algunos venían con su ropa de
calle y apenas un tapaboca, algunos eran parte del personal de guardia que por
alguna razón hace la guardia desde sus casas y por eso no lograron llegar a
tiempo a mi parto, anestesistas, pediatras, cirujanos, todos se fueron
reuniendo allí y se contaban las anécdotas de por qué no habían llegado a tiempo
por lo rápido que fue el parto, y es que todo ocurrió en 32minutos. Me
saludaban alegremente y con admiración, hasta querían conversar conmigo para
saber por qué había llegado a la emergencia prácticamente pariendo, no podían
creer que yo hubiera decidido hacer la mayor parte del trabajo de parto en casa
y sin epidural, una mujer con un parto natural rápido, sin anestesia y
controlado era una gran novedad. Según ellos el parto había sido maravilloso,
una pediatra me saludo y luego me dijo:
-¡Vaya! ¡Con que aun existen las mujeres que paren!
Yo solo escuchaba y acumulaba esa información en algún lado de
mi cerebro porque lo único que realmente podía pensar era en ¿Dónde está mi
hija?, ¡La necesito ya!
Pero los
comentarios sobre mi parto no se limitaban a mi, en la sala de recuperación había
una paradójica reunión de pacientes:
En la
camilla justo al lado estaba la joven embarazada que me había topado al entrar
a la clínica, estaba preparada para entrar a quirófano para tener una cesárea
programada, la fecha era especialmente seleccionada: Era el 6 de enero Día de
Reyes. Resulto que el personal de quirófano que me atendió estaba reunido para
la cesárea de aquella joven, pero como yo entre de emergencia ella tuvo que
esperar, estuvo gran parte del tiempo en esa sala, desde donde podía escuchar
el trajín del quirófano. En un momento un médico le dijo: ¡Mira lo bien que esta
la señora y acaba de parir!, Eso e slo bueno del parto que rapidito te
recuperas, ¡Aun estas a tiempo, puedes cambiar la cesárea por un parto!
La chica abrió
los ojos al máximo y con firmeza exclamo:
-¡Ni loca!,
¡Yo no quiero sentir absolutamente nada!, ¡Yo pague extra la bomba analgésica!
Y al poco
rato cuando un enfermero vino a explicarle como usarían el kit de recolección
de sangre del cordón umbilical para la preservación de células madres, la chica
dijo:
-¡Yo no
quiero saber nada!, ¡No me expliques nada de eso!, ¡Llevate “tu” broma!
Nos
miramos, éramos lados opuestos, solo que ella si podía ejercer su derecho de
tener el plan de nacimiento que había elegido, porque era compatible con ese
ambiente; aunque me permito dudar de que sus elecciones fueran decisiones
informadas
Una
camilla mas allá, estaba el ultimo paciente de la sala de recuperación, era un
hombre adulto contemporáneo, era fornido y apenas cabía en la camilla, se
estaba recuperando o eso intentaba, pero no de una operación, sino del susto
inmenso que sentía por su inminente operación de hernia.
Del miedo que
tenía su presión arterial se había elevado y el anestesiólogo se negaba a iniciar
la operación hasta que tuviera los valores normalizados. Le habían explicado el
procedimiento y esperaban a que se controlara, sin embargo a él también le hacían
comentarios: ¡Caramba!, ¡Tan grande el hombre!, ¡Fíjese en la señora!, ¡Esta
fresca como lechuga y esa acaba de parir, pero parido!, ¡Y usted lo que tiene
es una simple hernia!, ¡Y si se tarda más
en calmarse le van a cancelar la operación!
Una
reunión de casos muy particulares, que reflejan distintas realidades: La que
quiere tener toda la información disponible para elegir, la que eligió no saber
nada y prefiere que elijan por ella, y el que aun teniendo toda la información no
alcanza el nivel de poder elegir.
Cuando
finalmente me trasladaban a la habitación privada, en el pasillo fuera del área
de recuperación pude ver a mi esposo y a dos de mis tías esperándome. Es una
imagen que nunca olvidare, sus caras de felicidad, sus miradas de admiración,
no sé cuantas frases dijeron sobre lo “magnifico” de mi parto. Sobre lo
preciosa que era mi bebé, la habían pasado por allí de camino al reten y se la
habían presentado a su padre. ¡Estaban tan contentos! Yo no sabía qué sentir ni
qué decir, sobre todo cuando me dijeron que habían oído desde allí mis gritos. ¿Qué
podía decirles? Creo que lo único que podía hacer era preguntar sobre mi bebe
¿La vieron?, ¿Dónde está? En el retén en otro piso confirmaron.
Al llegar a la habitación pedí de inmediato que trajeran a la
bebé, pero surgió un nuevo obstáculo: Debía esperar a que el pediatra residente
la revisara, pues una vez que los bebés son ingresados a retén, pasan a ser
responsabilidad del pediatra regular y no del personal de quirófano. Eso se
convirtió en 4 eternas horas de espera adicionales, 4 horas de llamadas al
retén para saber de la bebé, para pedir que la trajeran para amamantarla.
Pedí que trajeran a mi hijo mayor a mi lado, mi precioso niño,
quería que estuviera con nosotros su mamá y su papá cuando trajeran a la nueva
integrante de la familia.
Era lo mejor que podía ofrecerle a mi pequeño hijo dadas las
circunstancias, durante meses le expliqué que su mamá pujaría y pujaría para
sacar a su hermanita de mi vientre, le aseguré que él estaría presente y que
recibiríamos a la nena con amor y alegría. Ahora me enteraba que mi hijito
estaba abajo en la sala de espera y no le permitían subir hasta el piso donde
me encontraba porque estaba prohibida la entrada a los niños menores de 12
años; mi hermana le explicaba que no podía subir porque era muy pequeño y mi
hijo en su media lengua -pues aun no tiene desarrollado un lenguaje verbal
fluido- explicaba que él no era pequeño, que él era un niño grande y que esas
personas eran malas y se portaban mal porque él quería estar con su mamá.
Que agonía, otra poderosa razón para querer tomar a mi hija y
regresar a casa lo más rápido posible.
Comencé a sentir mucho dolor de vientre, otro nuevo dolor que no
sentí en mi primer parto, ¿Que puede ser? pensé, luego se unió un abundante
flujo de sangre, parecía una canilla abierta, le dije a mi esposo que revisara y
él me dijo no, no hay mucha sangre, me sentía confundida, sentía como fluía de
mi el liquido, pensé que algo andaba muy mal, pero recordé que una enfermera
había entrado y me había colocado la botella de suero, me moví para leer la
etiqueta, y allí grande y claro decía Syntocinon. Haciendo caso omiso a mi
petición me estaban colocando la oxitocina sintética. Eso explicaba el dolor y
el sangrado. Lo único que me quedaba por hacer era tratar de orinar para al
menos no tener la retención diurética propia de este químico. Al levantarme para
ir al baño a asearme un poco, pude notar la expresión en el rostro de mi esposo
al ver la cantidad de sangre que había, la cama estaba totalmente empapada y no
pudo evitar decir:
“Pero… es demasiada… la otra vez no fue así… “- luego guardó
silencio, quizás para no preocuparme.
5 horas después de haber dado a luz a mi hija, cuando ya sentía
la angustia apretando como nudo en mi garganta, finalmente la puerta se abrió y
entró el pediatra llevando el carrito con mi bebé, todos los presentes se
amontonaron alrededor de mi cama y del carrito de la niña, había exclamaciones
de cariño y caras de éxtasis al ver a la pequeña Sara. Yo no tenía ojos para
nada más, mis brazos se extendieron de inmediato hacia mi hija, pero el doctor
no hizo ningún intento de entregármela, primero debía escuchar la información
que tenía para darme, una vez mas era postergado nuestro encuentro, una vez mas
era más importante que atendiera al médico en lugar de atender a mi hija. Bien
podía escuchar todo ese discurso con mi bebé en mis brazos mamando, pero al
parecer era vital que tuviera las manos vacías para recibir los folletos que me
entregaría.
-Es una niña sana, se encuentra muy bien, y le traigo esta
información sobre los cuidados del recién nacido y sobre cómo debe alimentar a
la niña- comenzó a explicar el médico- ella aún no ha comido, porque supe que
usted pidió que no se le diera nada en el reten para usted amamantarla, ella ya
tenía su tetero listo, no se lo dieron porque usted dijo que no. Es necesario
ver como esta su producción de leche materna, porque si usted no produce leche
todavía, la bebé lo único que va a hacer mamando de un pecho vacío es llenarse
de gases, no se va a alimentar y eso puede ser muy peligroso, porque si la bebé
no come puede tener una hipoglucemia, eso la llevaría a convulsionar, y son
convulsiones silenciosas, es decir, que usted no se va a dar cuenta de que la
niña convulsiono y va a terminar con una “autista” y lo peor es que no va a
saber ni por qué…
Yo me quede en shock al escuchar todo aquello, no podía creer
que un profesional de la medicina, además pediatra, se expresara así de la
lactancia materna, que hablara con ese tono despectivo sobre la discapacidad…
5 horas pidiendo a mi hija, 5 horas deseando amamantarla y ahora
llegaba este hombre a insinuar que mi bebe podría tener una hipoglucemia por mi
culpa, por mi “necedad” de no haber dejado que le dieran formula láctea… las 5
horas que nos mantuvieron separadas no cuentan, sino mi impertinencia de pedir
que no le dieran biberón.
5 años aprendiendo sobre autismo, sus posibles causas, sus
tratamientos…
5 años de terapias, de aprender sobre dietas y alimentación,
meses aprendiendo sobre lactancia materna, sobre crianza respetuosa, 5 años de
aprender sobre discapacidad…
Y justo cuando más vulnerable me siento, este hombre lanza esas
palabras frente a mi…
Yo y mi método hippie de crianza podían causarle autismo a mi
hija, ese era el castigo que me imponía aquel médico porque puse en evidencia
su inmenso retraso en su trabajo, ¿por qué me entregaron a la niña 5 horas
después de su nacimiento? ¡Porque el médico no había llegado a hacer su ronda
en el reten!
Me retaba por no haber dejado que le dieran leche artificial y
sus palabras no solo delatan su profunda ignorancia del síndrome de autismo
sino incluso hace responsable a los padres del autismo de sus hijos por no
alimentarles adecuadamente.
Y se lo dice a una madre que está recibiendo a una hija que es
hermana de un niño con autismo, que es una bebé que genética y estadísticamente
tiene un porcentaje de riesgo de tener autismo. A una madre que ha debido
superar muchos miedos, muchos obstáculos para poder tener a esa bendición de
Dios que es esa nueva vida.
Quería gritar y no podía, quería hacer callar a ese hombre y ni
una palabra me salía, mil argumentos se agolpaban en mi mente para rebatir sus
dañinas palabras pero no tenia fuerzas para hacerlo, y el médico seguía
hablando e inundando mis oídos con palabras que para mi eran ¡barbaridades!
-Además la leche materna no es lo que se creía antes que era una
maravilla -prosiguió el doctor-, que tenía de todo, no, ahora se sabe que la
leche materna puede tener sus deficiencias y es mejor estar seguros que la bebé
recibe todo lo necesario dándole formula…
No pude más, por fin las lágrimas comenzaron a correr por mi
rostro, busqué desesperada con la mirada a mi esposo, el médico comenzó a
decirme:
-¡Pero no te pongas así!
Entonces mis ojos se toparon con los de mi marido, y de su
mirada, de su expresión, de la comprensión que veía allí, tome impulso para suplicar
ayuda, sin dejar de mirarlo para no perder la fuerza le dije:
-Ya no puedo seguir escuchándolo, ya no quiero oírlo mas- por
fin pude expresarme, consciente de que mi esposo era la única persona presente
que podía entenderme.
Todos los demás, por más que me aman profundamente, estaban tan
sorprendidos de mi reacción, como el mismo médico, no sabían cómo responder,
como actuar, creo que nunca habían visto a alguien echar a un médico de su
habitación, el silencio era total, solo mis sollozos se escuchaban y la voz de
mi marido al decir:
-Doctor por favor -y luego miró hacia la puerta en una sutil
pero clara invitación a que saliera de inmediato.
-Está bien, me lo hubiera dicho antes, yo no tengo problemas en
irme- dijo el Doctor – y mi esposo lo acompañó hasta la puerta por donde
desapareció de mi vista.
Por fin podía cargar a mi hija, finalmente estaba en mis brazos
y podía brindarle mi calor, pegarla a mí. Mi esposo, mi hija y yo juntos, ver
su carita, sentir su cuerpecito tibio, me fueron ayudando a sobreponerme, pude
ver que tampoco obedecieron mi petición de no retirarle el vernix, la niña
venia totalmente bañada, pero tampoco eso opacó la sonrisa que comenzaba a
llegar aunque no podía olvidarme de mi hijo ausente.
De inmediato me desnude el pecho y puse a mi hija a mamar, la
bebé succionaba con fuerza pero su agarre tenía dificultades, con paciencia fui
ayudándola y corrigiendo las posturas hasta que pudo pegarse mejor del pecho,
aun me sentía muy tensa y sentía que no podía hacer fluir la leche con
facilidad, aunque estaba consciente de que su estomago era muy pequeñito y que
la cantidad de leche que necesitaba para satisfacerse era poca. Las palabras
del pediatra se me venían una y otra vez a la mente: “…si no come, si no se
alimenta, si su pecho está vacío… ¡autismo!...”
Al poco rato cuando levante la vista para ver a mis familiares,
para compartir con ellos ese momento, vi la cara de profunda preocupación de mi
madre y el alma me llego a los pies, el mal estaba hecho, ese médico nunca
tendrá noción del daño que nos hizo con su profunda ignorancia sobre los
orígenes del autismo y la lactancia materna, su absurdo y ofensivo discurso
había calado intensamente en la mente y corazón de mi mamá.
Sentía que todo el ambiente estaba muy denso, las miradas de mis
familiares, su confusión, daban paso al miedo, a las sospechas, a la
desconfianza hacia la lactancia materna, hacia mis métodos de crianza. Sentía
que podía leer en el aire, las preguntas que nadie se atrevía a expresar en voz
alta: ¿Sera por eso que Diego tiene autismo?, ¿Porque su madre se empeñó en
darle solo leche materna? ¿Será que convulsionó y no se dieron cuenta? ¿A esta
bebé también le pasará lo mismo?
Era una mezcla extraña, por un lado sentía el amor incondicional
hacia mí y esa nueva vida en mis brazos y por el otro podía sentir como la
semilla de la desconfianza hacia la lactancia materna caía en terreno fértil.
Y esa semilla fue creciendo rápidamente en las siguientes horas,
podía ver sus ramificaciones en comentarios aquí y allá, en expresiones que
iban y venían.
La bebe comió y se quedo dormida sobre mi pecho desnudo, yo la
cubrí con una manta y así, abrazaditas las dos, por fin podía descansar un
poco.
Entro una enfermera del piso, me sorprendió con sus palabras que
su expresaban su total desaprobación:
-¿Y tú no te has parado? ¿No te has bañado?, ¿Por qué no te
vistes?, ¡Ve cómo estás enseñándole las tetas a todo el mundo!
Le conteste de inmediato:
-¡A mi no me da vergüenza desnudarme para amamantar a mi hija!
Nada en ese ambiente promueve la lactancia materna, todo lo
contrario: ¡La inhiben!
Pasamos todo el resto de la tarde juntas disfrutando de nuestro
contacto piel con piel, debo decir que nadie pasó a revisar como íbamos con la
lactancia materna, nadie fue a verificar si la posición de la bebé era
correcta, si mis manos estaban bien colocadas o simplemente a dar información
básica, pero al anochecer llego una enfermera del piso del reten, venía a llevarse
nuevamente a mi hija de mi lado, sus normas exigían que la niña pasara la noche
alejada de mi, y lo primero que pregunto fue:
¿La niña comió bien o necesita un refuercito?
-Si comió- dije, no había sido fácil pero puse con mucha
frecuencia a la bebe a mamar, y esto no fue percibido como estimulación a la lactancia sino como dificultad para
satisfacer a la niña, pues casi al mismo tiempo mi mama también respondió a la
enfermera:
-Comió pero muy poquito… yo creo que necesita que le den un
teterito
¿Confianza en la lactancia materna? ¡Cero!
Al poco rato mi esposo regresó a mi lado y me dijo:
-El pediatra vino nuevamente, me pidió que saliera para hablar
conmigo en el pasillo, vino a pedirnos disculpas, dijo que lo lamentaba mucho,
que él hasta trabaja con una fundación para niños con autismo. No quiso hablar
contigo porque no quería alterarte más.
Creo que nadie se atrevió a emitir algún comentario hacia lo
dicho por el pediatra ni sobre su clandestina disculpa, sin embargo, yo le
aclaré a mi mamá que no está demostrado que el autismo se genere por una
convulsión de ningún tipo, pero sus ojos me decían que el miedo podía más.
Esa noche no solo la pase alejada de mi hija, estuve lejos de
toda mi preciosa familia, le pedí a mi esposo se fuera a dormir con mi hijito
que había pasado todo el día sin nosotros. Pasé toda la noche despierta, el día
había sido tan agotador y con tanta tensión, no dejaba de pensar en que mi hija
estaba siendo alimentada con biberón y que probablemente en la mañana podía
rechazar mi pecho, a cada instante se me venían a la mente imágenes de lo
vivido en el quirófano, estaba casi segura de que no me habían hecho
episiotomía pero me atormentaba no tener la certeza.
Cuando finalmente amaneció, nada cambio, mi hija seguía en el
retén y no me fue entregada hasta la hora en que me dieron el alta, eran la
1:00pm de la tarde. Cuando me la entregaron me dijeron:
¡Acaba de tomarse un tetero!
Cuando la puse a mamar rechazó el pecho y yo tuve que calmar mis
ansias diciéndome que era porque estaba llena. Las palabras del pediatra y su
advertencia sobre el riesgo de autismo me siguieron corroyendo el alma, los
días que siguieron estuve aterrorizada de no tener suficiente leche para mi
hija, una y otra vez comprobaba que si había leche, y cuando tenía los pechos
congestionados y duros y se le hacía mucho más difícil las tomas a la bebé, yo
no podía parar de llorar, asustada de tener una mastitis y perder la
oportunidad única de amamantar a mi hija.
Además comencé a sentir que cada comentario cuestionaba la
alimentación adecuada de mi niña:
-¿Pero te sale leche?
-¿Pero sabes si comió?,
-¿No estarán vacíos tus pechos?
-¿Por qué no le das también tetero a ver si quiere?
-Yo me sacaría la leche del pecho y se la daría en un tetero
para saber cuánto toma
-Ay pero yo te veo los pechos “espichaditos”
-¿No quedara con hambre? ¡Es que pide a cada ratico!
A todas esas personas, muchas muy queridas, que me acompañaron
durante esos primeros días, si les preguntas sobre la lactancia materna, te
dirán que es lo mejor para un bebé, pero ninguna sabe cómo se forma la leche,
cómo se estimula la producción de leche, no saben lo que es alimentación a
demanda y ninguna alimento de forma exclusiva con leche materna a sus hijos
durante sus primeros 6 meses de vida. Simplemente tuvieron enseñanzas distintas
y no saben que no saben y eso es algo que debemos cambiar para las futuras
generaciones.
Las horas de separación de mí hijo mayor también tuvo sus
secuelas y aun me duele pensar como mi niño comenzó a tener pesadillas, y se
pasó varias noches descontrolado orinándose en la cama y cómo estuvo días
enteros diciéndome a cada rato con sus ojitos abiertos como platos: ¡Mama no te
vayas! Una y otra vez le abrazaba, le besaba y le repetía con mucha ternura:
¡No me voy cariño!, ¡Voy quedarme contigo y con tu hermanita siempre!
¿Mi parto fue maravilloso? ¡Si! Porque tengo a mi hija sana y
divina junto a mí, pero no tuve el respeto, la calidez y el amor con el que
debe ser acompañada una madre para recibir a su criatura.
Comprendiendo el pasado – Planificando el futuro, ese es
el lema de la semana de la lactancia materna de este año 2012 que se celebra
del 1 al 7 de agosto, creo que es muy acertado porque la Organización Mundial
de la Salud dio las recomendaciones para el cambio de los protocolos de
atención al parto natural desde 1985 y la Declaración de Innocenti que promueve
la lactancia materna data de 1990 y ambas guías aun son desconocidas por la
mayoría de las mujeres y desatendidas por muchísimos centros de salud y
profesionales médicos.
¡Bienvenida Sara Azul!, ¡Hija de mi corazón!
¡Tu llegada ha sido una bendición! Y nada va a opacar eso, pero
ojalá mi testimonio consiga generar la inquietud por información en muchas
familias para evitar cada vez más la violencia obstétrica y permita que mas
profesionales de la medicina comprendan aquello de “cambiando la forma de nacer, cambiamos la
forma de vivir”
Betzabé, no sabes como me sientorepresentada por todo lo que escribes... no viví todo lo que tú, a cambio de eso pasé por otras situaciones como que a mi, sin avisarme ni preguntarme, me metieron un "fierro" y despues de un sonido desconocido comencé a mojar la cama... sólo por mis basicos conocimientos, deduje que habían roto la fuente.... además me retaron, me juzgaron por"haber abierto las piernas..." con un tono de sarcasmo asqueroso, etc...
ResponderEliminarMe demoré cerca de 5 meses en sanar esa herida, sólo lo logré tomando a mi madre y hablarle por horas detalle a detalle de lo que viví ese día, sólo eso calmó el dolor de mi corazón...
No vivimos en el mismo país, pero lamentablemente esto se repite y no sé si lamento más que el sistema te obligue a cumplir con un protocolo médico o que la sociedad te lleve a ojos cerrados a la cesárea como LA opción de "parir" rápido, sin dolor y sin esfuerzos...
Un beso grande a tus angelitos y ojalá tu testimonio sirva para evitar partos no respetados en el mundo....
Me impactó tu relato. Yo también quería tener un parto lo más natural posible, sin embargo, mis dos hijos nacieron prematuros luego de sufrir oligoamnios severo en ambos embarazos, y necesariamente tuvieron que interrumpir el embarazo y hacerme cesárea, pero el obstetra entendió mis temores ante la cesárea y se portó muy dulce y cariñoso conmigo... Cuando me embaracé de la segunda, me dijo que mi condición de oligoamnios podía repetirse, y efectivamente se repitió, ella fue más prematura que el primero... Sin embargo, el pediatra que los atendió me dijo esta frase: tengo que recomendarte una fórmula por si acaso no produces suficiente leche, pero siempre la primera, segunda, tercera, cuarta y quinta opción que yo doy es la leche materna. Amamanta a tu hijo, a medida que te lo pegues del pecho vas a producir más leche... Y así lo hicimos. MI primer bebe es un glotón y lo amamanté exclusivamente con leche materna... La nueva nena come menos, pero sólo pecho. Algunos médicos no apoyan la lactancia materna, eso es ignorancia. Mi hijo tiene 2 años y nunca se me ha enfermado, y el pediatra dice que eso es por el pecho... Y me dio risa lo de la enfermera diciéndote que te taparas... Yo me saco mi teta donde sea, porque si a mi hija le da hambre, no la voy a dejar llorar sólo porque se vea feo o sea socialmente incorrecto sacarse la teta... Siempre pienso que si alguien se me queda mirando la teta, la del problema no soy yo, sino el que me mira... Ojalá se difundieran más los beneficios de la lactancia materna. Aquí en Venezuela las mujeres son medio renuentes a eso, pero siempre les digo a mis amigas, que de solo pensar en pasar todo el día esterilizando teteros, prefiero dar el pecho... Además dar pecho ayuda a perder el peso ganado en el embarazo, te conecta con el bebe, etc... De ser mamá, amamantar es de las cosas que más me han gustado...
ResponderEliminarSaludos, me gusta tu blog---
ffff, siento que el parto haya sido así, sino era la manera en que lo tenías planeado, es realmente desagradable...
ResponderEliminarBueno, me alegro de que tengas a la bebe contigo y felicidades.
Un besazo.
Hola betza, espero que estés bien, primero que todo Dios te bendiga y te guarde, suegra abeja, soy yumi, por alguna extra*a razón que aun desconozco empecé a recordarme de Dieguito mientras trabajo y volví de inmediato a la historia de las abejas, no he visto mas a mi abejito por mi panal, pero cree este blog por ti y por el para ser de ustedes y saludarlos, vi qe Dios te bendijo con una beba me alegra eso. Espero que respondan quiero saber de Dieguin besos.
ResponderEliminarJulmirka que bueno saber de ti! Y que lindo q hayas leido el cuento de las abejitas, Dieguito esta muy bien, estamos viviendo en maturin por eso no hemos coincidido en el parque, pero atesoramos todos esos lindos momentos compartidos!
ResponderEliminarAhh no sabia que se habían mudado, bueno saludos a Dieguito y a la linda
ResponderEliminarSara Dios los mantenga sanos y bien siempre, cualquier cosa me pegan un grito por aquí jejej
Buenas tardes, pasaba por aquí a dejarte mi más sincero agradecimiento por todo lo que compartes con nosotros.
ResponderEliminarY decirte que ya puedes descargar, mi segundo libro de ISEMAY, un libro que fue realizado con mucho cariño, y que quería compartir con todos vosotros en descarga gratuita. El primero también esta colgado en la pestaña libros. La cultura debe estar al alcance de todos y los libros también.
http://tamaravillanueva.blogspot.com.es/2012/11/isemay-descarga-gratuita.html
Venía también a decirte que he participado en un concurso de banners navideños, y que para seguir compartiendo con vosotros día a día, me gustaría saber tu opinión sobre el banner, y por supuesto que votes. Es muy sencillo.
http://tamaravillanueva.blogspot.com.es/2012/11/concurso-banner-de-navidad-2012.html
Muchas gracias de nuevo, por lo que nos das cada día, aunque no pueda entrar siempre que quiera, o dejar comentarios siempre que lo requiere la ocasión. Me encanta lo que nos cuentas y la manera de hacerlo.
Un besazo, por cierto que ya esta el reto 3 de halloween, una receta de cocina terrorífica, se me acumulan las informaciones.
Te he dejado un premio en mi blog, pasa a recogerlo cuando puedas... ¿Qué tal los peques?
ResponderEliminarUn besazo
http://tamaravillanueva.blogspot.com.es/2012/11/blog-recomendado-diego-mi-bebe-magico.html
Empecé a leer tu blog cuando mi niño tenía 24 meses aproximadamente, ahora tiene 5 años y sus problemas de lenguaje afortunadamente quedaron en un un retraso del lenguaje, pero aún así, Diego y vuestra familia de alguna manera ya forman parte de mi vida, y en la distancia sigo con mucho interés todas vuestras historias porque me parece que son ejemplos que ayudan mucho a afrontar dificultades similares que pueden tener otras familias. Por medio de otro blog he reconocido la historia de Diego y la epilepsia, si me equivoco, por favor dímelo. Solo quería saber como se encuentra y mandaros un gran abrazo a toda tu familia, esperando que todo haya quedado en un susto.
ResponderEliminarMi comentario va acompañado de lágrimas rodando por mis mejillas.
ResponderEliminarTe felicito de corazón por tan bello artículo, por relatar tu experiencia, por querer el bien para muchas otras mujeres animando a otros a extender esta información tan valiosa (yo de seguro la divulgaré, por el bien de otros).
No es justo que hoy en día cosas así sucedan. Te felicito por el tronco de mujer que eres, por tus fuerzas ante situaciones tan difíciles. Te felicito porque simplemente escuchaste a tu feminidad, a tu mujer y mamífera interior.
Mi primera experiencia fue parecida a la tuya (mi hija de 5 años prácticamente no habla, aun no damos con la causa y a sido muy duro escuchar las criticas del entorno acerca de mi modo de criar). Mi segundo hijo nació por parto vertical en casa después de cesárea anterior. Yo me empoderé de mi vida, mis decisiones y mi cuerpo. Soy Lic en Biología, Consejera y capacitadora en Lactancia materna y especialista en nutrición infantil y pasos mis días luchando contra una sociedad que no entiende la importancia de estos protocolos humanizados en el nacimiento.
Feliz de haber leído tu historia, la cual te ha vuelto de seguro un ser revolucionario ante lo injusto, y luchador, mas humano y observador. Seres así necesitamos en el mundo. Seguro tus hijos y todo lo que haz hecho por ellos quedará en esta tierra, aun cuando tu no estés. Así que nada a sido en vano, de eso estoy segura.
Con aprecio Sasha Coll (@collsashaLM)
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ResponderEliminarMe siento muy identificada con esta historia, la viví en carne propia, Diego mi primer bebé nació en agua fue algo maravilloso, mi esposo y yo hicimos el curso y nos preparamos para esa hermosa experiencia, la Dra con la que me controlé está muy comprometida con el parto humanizado y realmente fue un gran apoyo. Hace 4 meses nació Christian mi segundo bebé, y por circunstancias de la vida no estaba en mi ciudad, lejos de mi entorno y con mis familiares ausentes sólo conté con mi esposo, quien pudo estar presente en el nacimiento, pero la experiencia fue completamente distinta, tal como la describes así me ocurrió, me conectaron un monitor que me impedía movilizarme libremente, no me dejaban caminar ni hacer ejercicios de relajación o que mi esposo me diera masajes, pretendían que estuviera acostada en una cama donde el dolor era insoportable, se empeñaban en administrarme la epidural...en fin, me sentía tan estresada que mi bebé expulsó el meconio y eso complicó más la situación, gracias a Dios pudo nacer de forma natural porque me opuse con la vida a que me hicieran una cesárea, sufrí un gran desgarre y no se que me dolía más si la sutura o haber permitido que todo ocurriera de esa forma. Hoy en día Christian es un bebé muy saludable pero un poco irritable y nervioso, a veces me siento tan culpable y responsable de todo por haberme mantenido tan indefensa, sin embargo es una gran lección, que comparto con todas las familias que puedo.
ResponderEliminarCon amor y paciencia lo vamos conociendo, practicamos colecho y lactancia exclusiva, hacemos todo lo que está en nuestras manos para brindarle a él y a Diego una crianza afectiva llena de comprensión y respeto.
Qué odisea Betzabé! igualmente te felicito doblemente : por tu niña Sara Azul y por tu firmeza de carácter.acá son ya corrientes los partos naturales, s ha vuelto a las fuentes, es bueno esto. Te tocó difícil, la verdad. Igualmente hoy tenés dos tesoritos con vos Cariños. María
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