Mientras espero a Diego en la sala del
centro de terapias, entablo conversación con otra mama, hablamos de diversos
temas y por supuesto de nuestros hijos, ella comienza a contarme algo que es
bastante común entre madres de niños dentro del espectro autista: Nunca
sospecho que su hijo tuviera un desarrollo atípico y ningún medico de los que
visito casi mensualmente, le alerto de la situación.
Nuestra conversación hasta este momento era
de lo mas fluida, descubrimos que actualmente vivimos muy cerca una de la otra,
así que acordamos que al salir nuestros hijos de terapia le daría un aventón
pues mi amiga no llevaba carro, y luego mientras seguíamos hablando resulto que
prácticamente venimos del mismo pueblo.
Aquí fue donde las coincidencias se
pusieron intensas, mi amiga comenzó a mencionar al “pediatra mas reconocido de
la ciudad que esta perdido y no tiene idea de lo que es autismo”, decía que le
llevo a su hijo por muchos meses y le preguntaba por qué era tan inquieto, ¿por
qué se movía tanto? El pediatra siempre le decía que el niño estaba excelente y
que si le notaba algo en el mes siguiente le remitiría al neurólogo, cosa que
nunca ocurrió. Mi nueva amiga continuaba explicándome “De ese pediatra dicen que
es el mejor de la ciudad, ¿no lo conoces? Tiene el consultorio en tal parte, se
llama así…
¡Que coincidencias! Mi amiga estaba
hablando de un tío mío y yo no sabia que decirle, la verdad no sabia en que
momento decirle ¡Ese es mi tío bello, precioso y requerido! Y luego continúo
conversando:
“Yo que me venia de mi pueblo hasta la
ciudad solo por consultar con él, porque en el pueblo llevaba a mi hijo a la pediatra fulana, esa tampoco sabe nada,
siempre me felicitaba por lo grande y
bello que iba creciendo mi niño y nunca detecto que tenia autismo”
¡Rayos! ¡Ahora la mujer estaba hablando de
una tía mía!
Imposible equivocarse, con ese nombre y
apellido, pediatra, en ese pueblo… ¿quien más iba a ser? ¡Mi tía! hermana de mi
mamá, esa misma… la que durmió en un saco sobre el piso frío, la noche en que yo
nací en un hospital universitario de Mérida, todo por acompañar a mi mamá y a
mi. No había duda estaba hablando de mi familia.
A este punto tenia unas ganas de echarme a
reír de la situación y pensé que si le informaba sobre mi parentesco solo
lograría hacerla sentir incomoda. Ella estaba hablando sobre una realidad,
muchos pediatras desconocen los síntomas tempranos del autismo, o piensan que
deben esperar a que estos sean mas definidos; Así como también hay pediatras
que con tan solo darles una mirada a los niños ya saben que algo no va bien con
su desarrollo.
Y así lo confirmo mi amiga quien me contó
que en cuanto llego a esta nueva ciudad y fue al pediatra, este le dijo de
inmediato sin ningún tipo reparo: Su hijo esta dentro del espectro autista, ¿no
la había notado?, esta lista que le escribí son conductas que le observo y que
son parte del espectro, debe llevarlo al neurólogo de inmediato… etc, etc.
Seguimos conversando hasta que vimos venir
a nuestros niños, mientras las terapeutas nos dan el reporte es costumbre que
los chicos corran al patio de la fundación, a disfrutar de un pequeño parque
infantil, allí los alcanzamos ¡Y siguieron las coincidencias!, Diego me recibió
señalando al hijo de mi nueva amiga y acusándole de “malo”, resulto ser el
mismo chiquillo que hace unos días le quito el turno de subirse a un juego del
parque a empujón limpio. Diego no paraba de llamar al chico por su nombre y
decirle “malo empuja”.
Para colmo, el chiquillo le arranco de la
mano una calcomanía que Diego se había ganado por su buen trabajo en la
terapia, algo que Diego valora mucho, por ello comenzaron los gritos de
protesta y el conato de pelea. Uno de los especialistas en conducta fue rápido
a orientarnos, a los niños y a nosotras sus mamás:
“Fulanito debes devolver la calcomanía y
disculparte, mama de fulanito dile que esa calcomania no es suya pero que él se puede
ganar uno igual”.
“Diego acepta la disculpa, mama de Diego
que Diego se despida de fulanito y listo, se van para que no siga el roce”.
Es que no podemos despedirnos- explique-
¡porque nos vamos juntos!
¡Ah entonces váyanse con una bendición!-
dijo el especialista y nosotras las mamis nos echamos a reír.
-Diego fulanito es tu amigo no tienes que
estar molesto- le fui explicando
-Yo tengo muchos amigos, Fulanito guakkk
(Sonido como de asco)- dijo Diego
- No digas Guakkk, tu sabes decir no me
gusta- aproveche para instigar
-Fulanito no gusta- aclaro Diego y
agregaba- mucho igos urín (Tengo muchos amigos en Maturin)
-Diego comienza con la letra A para decir
amigos y con Ma para decir Maturin- Diego corrigió
-Tú puedes tener muchos amigos en Maturín y
aquí en Puerto La Cruz también
-Nooo
Así íbamos camino al carro, cada mama iba
explicándole claramente y con palabras que pudieran entender niños de 4 y 6 años, que era normal que se sintieran molestos, pero que tenían la oportunidad de
volverse amigos y dejar atrás sus desacuerdos. Tanto a mi amiga como a mi, nos preocupaba que irían los tres solos sentados juntos en la parte trasera del auto, pues también venia conmigo Sara mi hija menor, y entre las sillas de los chicos ya no cabía otra persona. Sin embargo, aunque ninguno de los dos niños estaba contento, apenas comenzamos a subirlos al auto, olvidaron la rencilla y se
preocuparon por cómo acomodarse.
El trayecto a casa fue de lo más entretenido, una agradable conversación, Diego cantando con la música del auto, Sara encantada con el nuevo amiguito, el niño feliz usando una gorra de Diego. Creo que a veces el autismo se vuelve solo una forma de hacer las
cosas, mas estructuradas, mas claras, mas obvias.
Dicen que las coincidencias no existen,
¿ustedes que creen?
pues yo sí creo en las coincidencias, y para muestra un botón! buen fin de semana!
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