Y es que a veces la explicación nunca llega y debemos aprender a vivir con ello…
Entre al departamento, una parte de mí imaginaba que encontraría
algo en el aire, algo en el ambiente que me indicara un cambio… y otra parte de
mí, tenía serias dudas sobre si era posible percibir o sentir algo de un lugar
donde hubiera ocurrido una tragedia. Pensé que quizás solo tendría miedo, pero
siempre he querido ser y aparentar ser serena,
mucho más allá de mis fuerzas y por eso inconscientemente me negaba a ese sentimiento: miedo a lo
desconocido, sobre todo si olía a que podía estar ligado a la superstición, al más
allá, o a fuerzas extrañas e inexplicables.
Quizás la inexperiencia de mis 20 años me hacia poner en
prioridad mis deseos de alejar todo lo raro o incontrolable de mi vida y no me
daba cuenta de que eso también servía de escudo, de escudo ante el sufrimiento
que estaba a mi alrededor, silencioso, invisible y definitivo.
Pero el primer llamado a asumir la verdad estaba allí,
apenas gire mi rostro y ví hacia la pequeña terraza: Una insignificante silla pegada
contra el balcón era la clave que convertía todo en realidad, lo hacía posible porque saltar desde
el piso 7 de un edificio requiere de un apoyo para subirse a la baranda, si es
que se desea ser práctico e infalible. De pronto esa silla cobro un significado
profundo, me hablaba de técnica, de método… ya las autoridades lo habían evaluado
y calificado… allí estaba la silla y alrededor
ningún signo de violencia, ningún rastro de lucha, de resistencia.
Una simple silla que ahora se hacía evidencia de intención, de
libre albedrío. Jamás podría entrar nuevamente a esa terraza, nunca más me
asomaría a ese balcón, se había convertido en prohibido, algunos dirían maldito.
Seguía como autómata a mi novio que me dirigía por las
habitaciones, ya no pude recordar nada de lo que decía, sabía que estaba
afectado por la decisión de su compañero de departamento y que llevaba algunas
noches durmiendo en otro lugar, pero su determinación como siempre era firme: Quería
ayudar y quería hacer lo correcto.
Entramos al cuarto de su compañero de departamento, otra vez
no había nada que diera pistas, que dijera que el joven tenía problemas, todo
parecía normal, no había carta de despedida, ni señales de violencia, ni de
fuerte depresión, nada que explicara por qué un joven de brillante carrera, con
un excelente empleo, deportista, popular, divertido, integrante de una
organización para ayuda social, con un futuro prometedor , con un gran carisma,
un día cualquiera regresara a media mañana de su trabajo y decidiera saltar al vacío
desde tan alto y acabar con su vida.
Mi novio tomo una maleta y comenzamos a recoger sus cosas,
los padres del joven vivían en la capital y aunque ya habían pasado unos días
deseaban hablar con mi novio, escuchar
que podía decirles de los últimos días de la vida de su hijo, mi novio quiso
evitarles el dolor de recoger las pertenencias de su hijo fallecido y el largo
viaje hacia nuestra pequeña ciudad donde no tenían ya nada que buscar, donde su
hijo apenas había vivido unos pocos meses, donde quizás solo estuvo su cuerpo,
porque su mente debió estar lejos de allí debatiéndose entre problemas
desconocidos y muy bien guardados.
¡Nada! no había nada en aquella habitación que hiciera
sospechar algún motivo o alguna crisis.
Mi novio se detuvo en su tarea de recoger y me pregunto: - ¿Crees que deba meter estas
cosas en la maleta?
En una mano tenía una bolsa pequeña de detergente en polvo y
en la otra tenía un arrugado paquete de regalo que nunca fue entregado, estaba
cerrado y su contenido intacto. Era un detalle que había comprado el joven para
agradar a una chica, pero algo le detuvo y no quiso dar ese paso, quizás
decisivo para expresar su gusto, prefirió guardarlo.
Tome el regalo en mis manos, para mí era un verdadero
acertijo, sé que no se trataba de un gran amor no correspondido porque el
joven tenía muy pocas semanas de conocer
a la chica, pero ese paquete quizás tenía un mensaje sobre su estado mental,
hablaba de iniciar algo nuevo, de tener planes de futuro que de pronto quedaron
en el aire, que se rompieron sin concretarse. Podían ser planes interrumpidos o
una señal de hastío, de desistir, de perder la esperanza? Desconozco si mi novio alguna vez hablo con aquella chica sobre
la existencia de ese regalo, siendo el tan discreto, quizás no lo hizo, no lo
sé.
Sabía que la madre de ese joven vería aquel arrugado paquete
con colorido moño, como un gran enigma, quizás podía ocasionarle mucho dolor,
¿pero quien éramos nosotros para decidir aquello?, solo pensé en que si fuera parte
de esa familia que confió en mi novio para ser sus ojos y manos en aquella habitación,
querría que fuéramos justamente eso, sus ojos y sus manos, por eso respondí:
-Si, creo que debemos meter todo lo que está aquí, ellos
querrán tenerlo todo, verlo todo, revisarlo todo!
No dejamos nada, todas sus pertenencias las guardamos en el
equipaje, hasta las más sencillas, la habitación quedo sola y vacía, pero el
vacio más grande era el vacio de pistas, de razones, de motivos, de ¿por qué? un
vacio que duele, que no cicatriza, que remueve heridas y saca a flote ese
aspecto de la existencia humana, en la cual debemos aprender a vivir sabiendo
que hay preguntas que pueden no tener respuestas jamás.
Y cuando estamos frente a ese tipo de preguntas, solo nos
queda acompañarnos, apoyarnos, estar allí, aunque no se tenga nada que decir,
solo estar. Mi novio a su propio riesgo y costo viajo a la capital a encontrarse
con la familia del joven, nunca los había visto y jamás pensó que los conocería
en tan tristes circunstancias, viajo llevando ese equipaje de incógnitas,
sabiendo que era poco lo que podía hacer pero esperando de todo corazón poder ayudar.
En ese equipaje llevaba incógnitas sí, pero también él mismo
era símbolo de esperanza, de bondad, de consideración, de respeto por el dolor
ajeno y de amor inmenso por la vida.
Betzabé: No sabes cuánto me alegra que hayas vuelto a escribir un post... Lástima que es uno tremendamente triste y lleno de incertidumbres. Siempre quedará esa duda en tu cabeza, en la de tu novio y en la de la familia de ese joven...
ResponderEliminarMe pregunto porqué justo ahora sentiste urgencia por contar esta experiencia... Algo debe haber gatillado ese recuerdo amargo y difícil...
Estás bien?
Un abrazo!
Natalia afortunadamente estoy bien, creo que se disparado ese recuerdo porque los ultimos meses he tenido mucho contacto con un familiar muy querido que perdio a su hijo hace 2 años por una caida desde altura, las autoridades lo calificaron como suicidio, todo asi lo indica. Sin embargo su madre vive actualmente un proceso mental en que ha ido cambiando los "por que", cambiando la historia de lo ocurrido sutilmente, y se niega a creer que fue un suicidio, los mismos hechos los ha ido examinando desde distintas opticas con resultados variados.
ResponderEliminarEso me ha hecho pensar en lo dificil que es esta situacion y lo duro que es no tener respuestas.
Betza,
ResponderEliminarFelicitaciones, esta hermosisima Sara
Buff.. que entrada más terrible... siento mucho lo sucedido...
ResponderEliminarMe quedo de piedra... yo entraba aquí para darte un premio de cariño.. pero no se buff buff...me quedo fría... por si te apetece ven a buscarlo a NICOMIPEQUENOGUERRERO
http://nicomipequenoguerrero.blogspot.com/2012/03/un-premiooooooo-que-ilusion.html
Se te hecha de menos.....